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"La cerveza es la muestra de que Dios nos ama y quiere que seamos felices".

sábado, 1 de marzo de 2014

Le falta solera.

Hola de nuevo queridos todos.

Hace ya tiempo que no escribo nada. Las últimas entradas que he publicado he de confesar que las tenía ya pasadas. Revisionando "Californication" por segunda vez me dado cuenta de ello, ya que Hank, el protagonista tiene problemas para escribir desde hace bastante tiempo. No es que yo tengas los problemas sentimentales de los que hace gala David Duchovny en esta serie dramática y cruel disfrazada de erotismo desenfrenado, simplemente no encuentro un momento para ponerme a escribir. Momento tengo muchos, pero siempre me interrumpen cuando tengo la inspiración buena, o simplemente no tengo ganas y lo voy posponiendo.

Y hablando de posponer, he estado catando últimamente cervezas varias que me dejan sensaciones algo decepcionantes. Cervezas que debieran ser mucho mejores, y tienen un ligero matiz de decepción en paladar y en nasal. No es que estén malas, o que no estén bien hechas, lo que pasa es que la cerveza, queridos míos, necesita sus tiempos de guarda.

Al igual que un enfermo de gripe, nuestra mejor amiga necesita reposo. Como una flor de azahar acabada de fecundar, necesita madurar el fruto. Si no respetamos eso, perdemos muchas cosas buenas. Una abadía con sabores de Juanolas... no es agradable. Una Brown Ale áspera y con sabores de manzana golden no es lo que queremos. Una Wee Heavy ácida no es lo que cabría esperar de semejante bebedizo.

Señores, señoras, como si de un brandy se tratara, a las cervezas de las que hablo les falta solera. Sí. Es muy posible que por culpa de las prisas provocadas por la presión ejercida por el público enfervorecido y exigente de su caldo, muchos cerveceros artesanos noveles (y no tan noveles) se ven abocados a sacar prematuramente su delicado y preciado tesoro antes de lo previsto, lo que provoca estos desastres embotellados de los que hablo.

Clamamos al cielo cuando abrimos una cerveza y nos ocurre alguna de estas cosas, o maldecimos al caldo, que no tiene la culpa de ser prematuro. Es comprensible. Nadie quiere que le pase eso, y menos después de desembolsar por ella la cantidad que sea. La has pagado y esperas que sea buena. A veces ocurren estas desgracias.

Espero que nadie haya tenido que sufrir como yo estas maltrechas ignominias que atribulan mi paladar durante largos ratos, porque la verdad es que es muy desalentador. Pero no desesperéis si os ha llegado el caso. Ni temáis a que os llegue tan furtivo final para una copa. Hay veces que se gana, y hay veces que se pierde. Si perdéis contra una de estas indefensas creaciones surgidas de una puesta en mercado prematura, darle otra oportunidad. Volver a cogerla y dejadla en un rincón seco y fresco donde la oscuridad se cierna sobre ella. Dejadle tiempo a solas para que ella misma se de cuenta de su inmadurez y rectifique con el paso del mismo tiempo que nos da paso a los meses.

Si cuando la saquéis sigue estando igual de irreverente ante vuestras papilas, darla por perdida. Es un fiasco. Si por contra, nos da aquello que esperábamos de ella, es que su creador es un buen padre. Y todos los padres se equivocan alguna vez, pero para eso estamos nosotros. Para darle una segunda oportunidad y hacer que madure de manera adecuada siendo unos buenos padrinos.

No me quiero andar mucho por las ramas que no estoy muy fino filipino. Tengo un constipado de esos que se te cogen y no te sueltan hasta que ya llevas bañador... Pero eso no viene al caso.

Me despido de vosotros ya. Espero disfrutéis de las cervezas como yo de la vida: con cariño y alegría.

Sed buenos y ya sabéis: ¡Salud!

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